VIERNES 3 DE MAYO DE 2024

Inhalo, exhalo. Inhalo, exhalo. Inhalo, exhalo. Este fue un día de mucha consciencia y determinación para convertirlo en un día de gran aprendizaje y no un día de lamentos, como hacía antes… 

Vero Espindola - Fuengirola

Tempranito a la mañana fui a la veterinaria a buscar los análisis del laboratorio de Frank. Tiene muchos cristales y una infección; por lo que debo hacer algunos cambios en su alimentación y hacerle un tratamiento. 

Para empezar, cambiar su alimento, así que estamos en la transición. 

Y luego, volver a darle un medicamento para los cristales que ama y le encanta. 

Como tengo que darle también antibióticos, aprovecho para disfrazarlo con el medicamento que le encanta y así es súper fácil que lo tome. 

Si seguís mis historias en Instagram lo habrás visto: ¡es un adicto y ama sus remedios!

Luego fui al gimnasio, con la peor de las ondas. Durante todo el camino iba luchando contra mi mente y mis pensamientos. Reconfirmo:

Nuestra mente es nuestro peor enemigo. 

Mientras caminaba pensaba: «mejor vengo mañana», «la semana que viene sí cumplo los 3 días», «con todo lo que tengo que hacer, debería volver a casa y no ir al gimnasio». Por momentos quiero ponerle un interruptor a mi mente y apagar esos pensamientos que me llevan a querer dejar todo como fue por este último tiempo. 

Pero NO. Les hago un fade out y hago lo que tengo que hacer. 

Al empezar la rutina me di cuenta que no me acordaba de algunos ejercicios y le consulté a la entrenadora. 

Me mostró cuál era la máquina y cómo hacer el ejercicio. Para empezar, todo muy bien. 

Rutina de ejercicios

Después de completar la mitad de la rutina, empecé a sentir que no podía más. Que estaba demasiado cansada y ya los músculos no respondían. Todo me ardía, me quemaba por dentro y no tenía más fuerza para seguir. 

Recordé que en las semanas anteriores, cuando me tocaba la rutina de pecho y brazos, nunca la había completado. Dejaba a mitad de camino, porque no tenía más fuerza. Hacía hasta donde podía y me justificaba con que «más adelante tendré más fuerza y lo podré hacer». 

Pero esta vez quise hacer algo diferente y quería de verdad completar la rutina. Intenté con el siguiente ejercicio, pero de verdad que no podía más. Mis músculos no respondían. 

Vero Espindola - Disciplina

Ante esta situación, decidí hacer algo distinto. En vez de frustrarme una y otra vez por no poder completar la rutina, pedí ayuda. (¡Y que me costó mucho debate interno hacerlo!)

Le pregunté a la entrenadora si podía ajustar la rutina, ya que es demasiado para mí en un sólo día hacer exclusivamente todos los ejercicios de pecho y brazos. Le expliqué que es la primera vez que hago este tipo de entrenamientos en mi vida; y que me duele demasiado, que no puedo completar la rutina, aún cuando tengo la voluntad. 

Me dijo que tomara descansos más largos y lo intentara igual. Descansé unos minutos, lo intenté y no pude. 

Volví y le comenté que de verdad no podía. No había manera de seguir haciendo fuerza y esos ejercicios. De repente empezaron a brotarme lágrimas sin parar y no podía parar de llorar por el dolor físico, la frustración y la incapacidad de hacer algo distinto. 

Fue entonces cuando otro entrenador se acercó, hizo un bollo con la hoja de la rutina y me dijo que me olvidara de esa rutina; que íbamos a hacer una nueva y adaptada a mis posibilidades. Me explicó que es muy bueno lo que estaba sintiendo, que es cuando se provoca el «fallo» en los músculos, y eso significa que están creciendo. Pero que no me preocupara en ese momento y continuara con sus nuevas indicaciones. 

Pasamos a ejercicios de piernas para descomprimir el dolor del pecho y los brazos. Y de repente… pum, llanto incontrolable, falta de respiración y sentir que iba a morir. 

Ya conozco esa sensación. La primera vez que tuve un ataque de pánico fue en pandemia, encerrada en un hotel porque nos obligó el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Anécdota aparte, reconocí los síntomas al instante. 

Me costaba respirar, sentía que me iba a morir ahí mismo, no podía parar de llorar. Pero sabía que era sólo una situación irreal, un invento macabro de mi mente. Por un lado quería reprimir todo al máximo, porque estaba con gente alrededor. Por otro, sabía que iba a ser peor si quería tener el control. 

Me senté y empecé a respirar muy conscientemente, a decirme a mí misma que es sólo un momento. «Ya pasa, son sólo unos minutos. Respirá. Todo está bien. No vas a morir acá. Tu mente te está jugando una mala pasada. Todo está bien. Respirá.»

Y por supuesto… pasó. Fue muy intenso, doloroso, terrorífico. Pero pasó, como siempre. Siempre pasa. 

Gimnasio

Una vez recuperada seguí con la nueva rutina. Y la terminé. Al fin Vero… al fin. 

Vuelta a casa y a seguir, que la vida nos asusta por momentos, pero aún tiene mucho para ofrecer. El día siguió su curso: trabajo, lectura y mimos con Frank. 

A dormir temprano que mañana es el gran día. Muchas preguntas en mi cabeza y sólo una respuesta: descansá Vero, ya te vas a enterar mañana.

Si llegaste hasta acá: ¡gracias! Gracias y más gracias.

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Acerca de Vero Espindola

Vero Espindola escribió 117 artículos en esta página.

Locutora y licenciada en comunicación. Ayudo a dueños de negocios, autoempleados y profesionales independientes a organizar y planificar su trabajo para acortar y optimizar el proceso desde el primer contacto hasta la venta.